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Estos habitantes de las rocas, que hacen oscilar seductoramente su multitud de brazos, se suelen comer en Japón, Samoa y Francia.
En Francia hay una gran variedad de ortigas, que se recogen cuidadosamente para después marinarlas, pasarlas por una pasta ligera y freírlas.
También, en unión de algunos rubicundos tomates de mar y de diversos mariscos, forman parte de una típica sopa mediterránea.