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Estas bonitas criaturas recubiertas por un caparazón de color rosa anaranjado, con sus pinzas pálidas, pueden ser consideradas, según el punto de vista que se adopte, como gambas enormemente grandes o bogavantes muy pequeños.
Cocidas en su punto, forman parte de muchos platos delicados, tanto fríos como calientes.
Guía para la compra: se encuentran frescas, y también congeladas.
Para cuatro personas hay que comprar unos 900 g y la mitad de esa cantidad si vienen ya peladas y congeladas.
Los mejores métodos de cocción: si están crudas, hervirlas durante no más de diez minutos, en agua hirviendo salada, y servirlas con mantequilla derretida.
Si se prolonga el tiempo de cocción quedan desabridas.
Frías quedan muy bien en ensalada, aderezadas con aceite y vinagre o una mayonesa.
En Venecia se pasan por una pasta para freír muy ligera, sin huevo, en compañía de otros pescados pequeños y crustáceos, se fríen en abundante aceite hirviendo y se las sirve con limón.
También son excelentes a la parrilla, sobre brasas de carbón y pinceladas con aceite y ajo: preparadas de esta manera, hasta las congeladas son buenas.