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Es una confitura de frutas —higos y cerezas, trozos de peras, limones y melocotones— hecha en un almibar que contiene aceite de mostaza.
Consagrada a partir del siglo XVI, aun hoy se sigue comiendo como mermelada, esparcida a cucharadas sobre el pan.
Su sabor delicado, extraño y agridulce hace de ella un acompañamiento interesante para carnes frías y especialmente para la carne de buey hervida.