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Algunos jarabes los hace Dios; otros, el hombre.
El jarabe de arce
Es, entre los primeros, el más conocido y el más delicioso: los que se consideran mejores son de color claro, transparentes, y provienen de los arces de Vermont.
La savia ligera y transparente que se saca de los troncos se hace hervir durante horas para reducirla al almíbar que después se come con barquillos calientes, untados con mantequilla, o con crépes y helados.
En el mercado se encuentran diversos jarabes aromatizados con arce, que no son tan puros y fragantes, ni tan caros.