Higos

Libro de cocina
[Gastronomía]


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Son quizá la más sensual de todas las frutas, con su piel que parece estallar y su carne suculenta.

Los antiguos griegos los consideraban una comida tan sana que formaban parte de la dieta de los atletas que intervenían en los juegos Olímpicos, y tan deliciosos que poetas y filósofos cantaron sus loores.

Blancos, verdes, negros o purpúreos, los higos siempre son hermosos, y una vez cortados queda al descubierto su pulpa carnosa, de un color púrpura intenso, rojo o rosado, llena de minúsculas semillas.

El fruto entero es comestible, y en Italia —donde los higos sicilianos son los más apreciados— los sirven con jamón, o bien como postre.

En Francia también se sirven como postre los Barbillone, de color púrpura y carne blanca, y muchas otras variedades.

Todas son buenas, especialmente si se consumen frescas y maduras.

Como son perecederos, no aguantarán más de tres días en la nevera, pero no se han de servir helados porque el frío tiende a amortiguar su sabor delicado.