La caza › animales con pelo

Libro de cocina
[Gastronomía]


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En las ciudades, cierta caza es básicamente un lujo que figura unicamente en las listas de los mejores restaurantes.

Se sirve generalmente con muchísima ceremonia, presentándola en mesas rodantes ornadas de platería y con la rúbrica de acompañamientos tradicionales.

La situación es diferente en el campo, donde aun cuando no haya un comerciante local que venda a buen precio los animales de caza durante la temporada, es más fácil que a uno le regalen alguna pieza.

La única desventaja en este caso es que probablemente nos llegue a la cocina todavía con la piel y las entrañas, pero una vez que se domina el arte de preparar estas piezas para la cocción, esta carne, más que ninguna otra, merece el tiempo, la habilidad y la atención que se le dedican.

Aparte de la sutileza de su sabor, aroma y textura, se considera también que se encuentra entre las carnes más sanas.

Para ablandar los ejemplares grandes y más atléticos lo indicado es una marinada.

Normalmente, en ella entran vinagre, para suavizar las fibras duras, aceite para añadir suculencia, y vino, especias y hierbas aromáticas para impregnar la carne con su sabor.

Hay marinadas cocidas y sin cocer; las cocidas son más efectivas.

La marinada debe cubrir completamente la carne, a la que se dará la vuelta periódicamente durante el tiempo que permanezca en ella.

Este período puede variar desde unas 12 horas, más o menos, para una liebre, a un mínimo de dos semanas para una pierna de jabalí.

Todas las piezas de caza están protegidas legalmente, aunque las leyes varían de un país a otro incluso entre diferentes comunidades de un mismo país.

Se quiere así impedir que los cazadores disparen sobre ejemplares demasiado jóvenes, dar margen a que se realice el apareamiento y puedan crecer las crías, y se tienen también en cuenta que la población de animales de caza de un área determinada varía de un año para otro.

Como una salvaguardia mas, en muchas partes del mundo se limita también el número de ejemplares de cualquier especie que un cazador pueda cobrar.

Algunas especies han sido perseguidas hasta llevarlas al borde de la extinción; un ejemplo de ello es el búfalo norteamericano, que afortunadamente no se ha extinguido, y al que actualmente sólo se puede cazar en cotos de cría y bajo estricto control.