Café

Libro de cocina
[Gastronomía]


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En el mundo árabe, donde se bebe café durante todo el día, en incontables ceremoniales, la antigua regla para hacerlo bien dice que ha de ser «tan negro como el infierno y tan dulce como el pecado».

Para agradar al paladar occidental, el buen café se hace de granos recién tostados de la clase elegida, molidos momentos antes de prepararlo.

Debe haber una generosa cantidad de granos por taza, la molienda debe ser adecuada al método con que se hace el café, y el agua fresca.

Nuestros cafés para desayuno no pierden nada con la adición de leche, ni el que bebemos después de la cena con una cucharadita de crema.

Sin embargo, lamentablemente, la promesa implícita en el delicioso aroma del verdadero café no siempre se cumple.

Esta es una de las razones por las que la preparación del café se haya visto —innecesariamente— rodeada por toda una mística, cuando en realidad todo se reduce a saber algo sobre las propiedades del café, la forma en que ha sido tostado, la molienda y el método de infusión.

Pero la bondad de una taza de café comienza en los mismos granos.