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A la vez condimento y verdura por derecho propio, en ninguna cocina se puede prescindir de las cebollas.
Son pocos los platos sabrosos que no se inician con una cebolla cortada o picada, y pocos los que sin ella serían rescatables.
Las hay en la sopa de cebollas, espesa o liviana; en la salsa soubise o salsa de cebollas, que acompaña el cordero; en flanes como el zwiebelkuchen austríaco o la tarta de cebolla de los franceses, y en todas las guarniciones a que se presta una verdura tan versátil.
Entre ellas se cuentan las cebollitas glaseadas que tan bien acompañan carnes asadas, en especial la de ternera; anillos de cebolla frita para realzar el bistec y el hígado; las cebollitas encurtidas y las tiernas y pequeñas que se suelen comer con queso.