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Lo comían los romanos, cocido en vino y aderezado con aceite y garum (una salsa de pescado fermentado) y, como guarnición, en una sopa de garbanzos y lentejas, guisantes y cebada.
En Sicilia aún hoy se cocina el brécol al horno, con anchoas y cebollas.
En el resto de Italia se le suele dar un hervor y después se lo termina de cocinar en la sartén, con aceite y ajo.
A veces se comen con pastas.
Aunque menos suculento que el calabrés, el brécol morado es una verdura muy delicada.
Los tallos se cocinan habitualmente enteros, con los ramitos sueltos, y se sirven rociados en mantequilla.
Hay también brécoles de brotes blancos y verdes, que se preparan de la misma manera.
El sabor de todos ellos es excelente, pero hay que cosecharlos cuando están tiernos para que no se pongan duros y fibrosos.
Los de color morado se vuelven verdes con la cocción, en tanto que los demás conservan su color original.