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En el cultivo de esta variedad, amarilla y rechoncha, se presta especial atención a la tendencia del calabacín a producir una carne fibrosa, característica que permite comerlo con salsa, enroscando las fibras en el tenedor como si fueran espaguetis.
Siempre se preparan hervidos, perforando los extremos para que el calor llegue bien al interior, y se presentan cortados por la mitad a lo largo, sirviendo por separado una salsa de tomates.
También son buenos si se sirven simplemente con mantequilla y queso rallado.