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Son los conocidos quesos italianos para rallar, duros y granulosos, familiares para cualquiera que haya comido un plato de pastas o una taza de minestrone.
Un lento proceso de maduración, unido a su bajo contenido en humedad, aseguran su larga conservación y les dan su característica textura granulosa.
Los menos maduros son más delicados, y quedan deliciosos si se comen en trozos, acompañados con vino blanco.