Mejillones

Libro de cocina
[Gastronomía]


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Amontonados en masas de un negro azulado sobre las rocas y muelles o adheridos a las piedras en los estuarios, los mejillones han sido injustamente considerados como el marisco de los pobres, pero su estatus ha ido subiendo rápidamente.

El Europa, donde son sumamente populares, hay criaderos en la costa gallega, donde se cultivan en largas estacas sumergidas en agua de mar.

Quien quiera capturar mejillones por sí mismo debe ase gurarse de que vivan en aguas no contaminadas y seguras.

No se deben consumir en lo más caluroso del verano (durante los meses sin «r»), y se descartará cualquiera que esté ligeramente dañado.

Para limpiarlos se sumergen durante una o dos horas en agua salada espolvoreada con harina o copos de avena para que ellos mismos suelten la arena; después se raspan cuidadosamente las conchas con el dorso de un cuchillo y se enjuagan en agua fría.

Se sacan y se les corta la «barba» y se vuelven a enjuagar en agua clara.

Es importante tirar los que sobrenaden o que tengan la concha rota o abierta.

A los franceses les entusiasman los mariscos crudos, y es así como los comen, con zumo de limón, como si fueran ostras.

Pero sólo las especies francesas de concha delgada se pueden consumir de esta manera, y es necesario que provengan de un lugar no contaminado.

Guía para la compra: afortunadamente, los mejillones son baratos.

Los mejores son los medianos o pequeños, porque los más grandes no son tan apetitosos.

Hay que comprar siempre más de los que se necesitan, dejando margen para los que habrá que descartar.

Calcúlense unos 900 g para dos personas.

Los mejores métodos de cocción: una de las recetas más conocidas para mejillones son los excelentes mejillones a la marinera.

También, una vez abiertos, se pueden preparar como caracoles, a la parrilla con pan rallado, ajo, perejil y mantequilla, o con una salsa de tomate y ajo, en una salsa para espaguetis, en un plato de frutos de mar o fritos.