Bayas y ruibarbo

Libro de cocina
[Gastronomía]


Tiempo aproximado de lectura (en minutos): 2

La aparición de las bayas anuncia la llegada del verano, pero a comienzos de la estación no serán todavía tan dulces y sabrosas, y en cambio es probable que sean caras.

Sin embargo, en el caso de la mayoría de ellas, es un placer comprar por lo menos unas pocas de las tempranas para decorar postres y budines, a los que dan una prestancia desproporcionada por la cantidad de bayas usadas.

El verdadero festín comienza en la temporada alta, cuando la mayoría de las bayas tienen mejor sabor, simplemente espolvoreadas con azúcar y servidas con leche, crema o, quizás, rociadas con vino.

Más adelante, cuando la primera oleada de entusiasmo se haya atenuado un tanto, se podrán combinar con otras frutas, o preparar con ellas helados y sorbetes.

Por lo común cada verano hay por lo menos un par de semanas durante las cuales se consiguen simultáneamente gran cantidad de bayas.

Es el momento de hacer budines de verano o de presentar en la mesa grandes cuencos de bayas surtidas, bien azucaradas de antemano para que suelten parte de su jugo.

Cuando la temporada está más avanzada y hacen su aparición las bayas más pequeñas (deliciosas, pero más baratas), es hora de pensar en hacer mermeladas, jaleas y almíbares.

Cuando se compran bayas, es importante no mirar solamente la parte de arriba de la cestilla en que vienen presentadas, sino también la de abajo, ya que si está muy manchada o húmeda, hay que pensar que la fruta está aplastada y pasada y no tardará en ponerse mohosa.

Si las bayas se compran al peso, pida a su proveedor que las pese de a cuarto de kilo por vez, ya que así se evitará que su propio peso las aplaste mientras va a casa.

Y quien vaya a comprar fruta a una granja —y cada año son más las que abren sus puertas al público— hará bien en llevar varios cestos o recipientes pequeños, para que la cosecha se conserve en buenas condiciones.

Independientemente de que uno mismo las haya recogido o las compre, las bayas son frágiles y perecederas, de manera que cuanto antes se coman, mejor.

Si hay que guardarlas, se ha de hacer en un lugar más bien oscuro y ventilado, separándolas bien para que las que tienen moho no puedan contagiar a sus vecinas.

Ninguna baya —salvo quizá las más duras, que aparecen en otoño— acepta bien la nevera, porque aunque es fría y oscura, también es demasiado húmeda; además, las bayas que son excesivamente aromáticas, como frambuesas y fresas, tienden a contaminar con su perfume otros alimentos, principalmente la mantequilla.